Así de luctuosas son las vísperas del Día de la Madre y sin embargo, como todos los años, la clase política mirará estos temas de palco: van a glorificar el “sacrificio y abnegación” de las madres y van a seguir aceptando las condiciones de precariedad en las que se ejerce la maternidad. Espero equivocarme.
Es cierto que en los últimos años hubo importantes avances, pero son insuficientes porque las políticas públicas no están pensadas en función a las necesidades de la vida sino en las necesidades del sistema: lo laboral es el eje que ordena la crianza.
De esa forma, el Estado boliviano es un lugar inseguro y lleno de obstáculos para las madres y los niños: la licencia de maternidad es insuficiente e incompatible con las recomendaciones de lactancia que Bolivia dice que protege, la licencia de paternidad dura solo tres días y ninguno de estos permisos es transferible. En nuestro país tampoco se reconocen los trabajos de cuidado, no hay suficientes servicios sociales que acompañen las políticas de integración laboral de las mujeres y no se protege a las madres que trabajan en la informalidad. Está claro que no se puede delegar toda esta responsabilidad a los empleadores, pero hay medidas razonables que el Estado podría encarar para proteger la crianza (vamos, si se puede mantener a decenas de inservibles como Max Mendoza o pagar cientos de ítems fantasma como en Santa Cruz, seguramente se pueden mejorar las condiciones para las familias).
No importa que se hayan inventado el “Año de la Despatriarcalización”, o que hayamos tenido una presidenta que nos refregaba su condición de mujer y madre en cada uno de sus discursos, o que Bolivia sea puntero en cifras de participación política de las mujeres: la gestión pública, en todos sus niveles, sigue siendo machista y patriarcal. A mí, sinceramente, las felicitaciones de las autoridades por el Día de la Madre me hastían: mejor háganse cargo, que las deudas del Estado con la maternidad son enormes y estructurales.
El 1 de mayo, en el Día del Trabajo, el presidente Luis Arce decretó permisos por cumpleaños, matrimonio y decesos de familiares. Qué trascendental hubiera sido, por ejemplo, ampliar la baja de paternidad para que el inicio de la maternidad sea sostenido y acompañado, y para promover que la crianza se ejerza de forma compartida. Es pedir lo mínimo.
Que este 27 de mayo se convierta en un día de reflexión, en el que se reconozca la maternidad como un valor social y de responsabilidad colectiva. En el que luchemos por poner la vida en el centro del debate político y por convertir las necesidades en derechos. Y que lo tengamos claro: el sacrificio no se agradece ni aplaude, se alivia.
Que este
27 de mayo se convierta en un día de reflexión, en el que se reconozca la maternidad como un valor social y de responsabilidad colectiva.