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Abuelas bolivianas que crían, una tarea que nunca acaba

En la sociedad boliviana el trabajo de las abuelas en la crianza y cuidado de nietos y nietas es una práctica extendida e invisibilizada porque implica una carga moral y física y un aporte económico que no se reconoce ni valora. El derecho a una vejez digna de mujeres de la tercera edad es un debate urgente y necesario, resaltan las especialistas. Luz y Sofía son dos abuelas que han asumido la crianza de sus nietos y cuyas historias muestran la realidad de muchas más abuelas que cuidan y crían.
2 de diciembre de 2024 por
Red de Periodismo Feminista de Bolivia
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Por Esther Mamani

Todas las mañanas, a las seis en punto, Luz despierta antes de que suene la alarma. A esta hora el frío recrudece en la ciudad de El Alto, Bolivia, donde vive con sus dos nietos de seis y ocho años, su madre y su hija, quien pasa la mayor parte del día trabajando. Pronto, el ajetreo de cuidar a sus nietos le ayudará a entrar en calor.

Tras levantarse de la cama, Luz (nombre cambiado) cambia a sus nietos, les da de desayunar y revisa que en sus mochilas estén todos sus materiales. Ella combina su pasión por la abogacía con ser abuela. Ella dice que cuidar a sus nietos le hace sentir joven, le llena de energía y orgullo, pero al mismo tiempo, reconoce, que le implica lidiar con el estrés y las renuncias personales del día a día.


Luz junto a sus dos nietos en un viaje de recreación

Foto: Gentileza de Luz

Luz es una de las muchas abuelas bolivianas que dedican gran parte de su tiempo al cuidado de sus nietos sin recibir remuneración económica por todas las tareas que eso implica. Esto se debe a que en el país aún el trabajo de cuidados, en general, sigue siendo invisibilizado y, en el caso de las abuelas en particular es naturalizado, lo que ocasiona que criar y cuidar sea un trabajo de nunca acabar, incluso durante la vejez. 

Algunas abuelas asumen esta responsabilidad porque sus hijos o hijas trabajan, mientras que en otros casos se ven obligadas a hacerlo ante la ausencia de éstos, ya sea por abandono familiar, emigración en busca de mejores oportunidades, fallecimiento o, en el caso de las mujeres, por haber sido víctimas de feminicidio.  

En el caso de Luz es porque su hija y nuero trabajan todo el día. “Entonces, soy yo la que está a cargo de mis nietos”, explica. 

Ella es la encargada de llevarlos y recogerlos de la escuela, y además almuerza con ellos. Mientras los niños realizan sus tareas escolares durante la tarde, ella regresa a su trabajo, que está a  unos 15 minutos en auto desde su casa. En su ausencia, su madre, de 82 años, también es parte del cuidado de los pequeños pues se queda con ambos aproximadamente hasta las siete de la noche cuando Luz retorna. 

La investigadora Carol Gilligan, en el texto La ética del cuidado piensa lo político, afirma que el sistema patriarcal “impone en las mujeres el rol de 'cuidadoras compulsivas', lo cual lleva a la auto-silenciación y al sacrificio de sus propias necesidades”. Es una cadena en el tiempo donde sin importar la edad las mujeres siguen cuidando.

Los nietos de Luz están listos para una salida en fin de semana
Foto: Gentileza de Luz

Para otras investigadoras feministas la naturalización de los trabajos de cuidado se justifica con el cariño que se tiene, en el caso de las abuelas, a las o los nietas. La socióloga uruguaya Karina Batthyany afirma que esto sucede, porque en el cuidado actúan tres dimensiones: la económica, la dimensión material y “una dimensión más subjetiva. Esta última es “la relación entre quienes cuidan y quienes son cuidados en términos de sensaciones y sentimientos que se ponen en juego”, afirma en una entrevista sobre el texto Miradas latinoamericanas a los cuidados.

Cuidar, sostener y generar lazos afectivos


Infografia: Elaboración propia 

Claudia Arce, investigadora y parte de la Plataforma Nacional de Cuidados en Bolivia asegura que es preciso difundir de forma masiva que los trabajos de cuidado son trabajos no pagados, no valorados y que sin ellos las personas no podrían cumplir sus otras tareas. 

“Esto está muy naturalizado en las vidas y cuerpos de las mujeres. El primer paso es dar cuenta que criar y cuidar es un trabajo”, explica la experta, quien en la capital de Cochabamba fue parte del trabajo para la aprobación de la primera Ley Municipal de Corresponsabilidad en el Trabajo del Cuidado No Remunerado para la Igualdad de Oportunidades. 

Si bien es un debate emergente, hay muchas personas fuera de los entornos feministas o de género que también entienden el  cuidado como un trabajo, por ejemplo las amigas de Luz. "¡Que tu hija te pague un sueldo!", "¡Tienes derecho a disfrutar tu tiempo!", "¡Es su responsabilidad, no la tuya!" son algunas de las frases que le dicen constantemente.

De no ser por ella la madre y padre de sus nietos tendrían que buscar un centro infantil o pagar por una cuidadora personal, pero debido a la crisis económica que enfrenta el país, esto no es posible 

El aporte que Luz hace en su casa, es valorado por su hija, quien la describe como un pilar fundamental de su hogar. “Cubre cosas que yo debería asumir y no lo hago ya que estoy trabajando. Ella les ha enseñado tanto (a mis hijos), les habla, les cuida y están acostumbrados a ella. Esto es temporal, ahora trabajo mucho y mi mamá me apoya muchísimo por eso”, detalla la hija de Luz.

Karina Batthyany, directora ejecutiva del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, afirma que "la asignación desigual de los trabajos de cuidado es una expresión clara de las estructuras patriarcales que naturalizan el cuidado como responsabilidad femenina". Esta exclusión, explica, refuerza los estereotipos de género que perpetúan la idea de que los cuidados son inherentemente femeninos, dejando a las mujeres con una carga de trabajo invisible y no remunerada, mientras que los hombres se mantienen distantes de estas.

Otras abuelas cuidadoras están con nietos y nietas abandonadas o cuyos padres y madres han migrado en busca de mejores oportunidades en otros territorios. "Hay abuelas que cuidan a cuatro, cinco o hasta 10 nietos, y no tienen dinero para alimentarlos. Muchas ni siquiera saben leer ni escribir", comenta Luz .

La situación de la mayoría de las mujeres adultas mayores en Bolivia es precaria y está lejos de tener una vejez digna que implica el respeto a sus derechos, tener acceso a actividades de ocio y a servicios de salud adecuados y oportunos, resalta un estudio reciente de la Red de Pastoral Social Cáritas Bolivia. 

“Es urgente que entendamos que cuidar es una responsabilidad colectiva, para que puedan disfrutar de una vejez digna, libre de sacrificios silenciosos”, reflexiona María Achá de la Pastoral Social  Caritas Bolivia. 

Los cuidados, un trabajo

Claudia Arce, investigadora y parte de la Plataforma Nacional de Cuidados en Bolivia asegura que es preciso difundir de forma masiva que los trabajos de cuidado son trabajos no pagados, no valorados y que sin ellos las personas no podrían cumplir sus otras tareas. 

“Esto está muy naturalizado en las vidas y cuerpos de las mujeres. El primer paso es dar cuenta que criar y cuidar es un trabajo”, explica la experta, quien en la capital de Cochabamba fue parte del trabajo para la aprobación de la primera Ley Municipal de Corresponsabilidad en el Trabajo del Cuidado No Remunerado para la Igualdad de Oportunidades. 

Si bien es un debate emergente, hay muchas personas fuera de los entornos feministas o de género que también entienden el  cuidado como un trabajo, por ejemplo las amigas de Luz. "¡Que tu hija te pague un sueldo!", "¡Tienes derecho a disfrutar tu tiempo!", "¡Es su responsabilidad, no la tuya!" son algunas de las frases que le dicen constantemente.

De no ser por ella la madre y padre de sus nietos tendrían que buscar un centro infantil o pagar por una cuidadora personal, pero debido a la crisis económica que enfrenta el país, esto no es posible 

El aporte que Luz hace en su casa, es valorado por su hija, quien la describe como un pilar fundamental de su hogar. “Cubre cosas que yo debería asumir y no lo hago ya que estoy trabajando. Ella les ha enseñado tanto (a mis hijos), les habla, les cuida y están acostumbrados a ella. Esto es temporal, ahora trabajo mucho y mi mamá me apoya muchísimo por eso”, detalla la hija de Luz.

Karina Batthyany, directora ejecutiva del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, afirma que "la asignación desigual de los trabajos de cuidado es una expresión clara de las estructuras patriarcales que naturalizan el cuidado como responsabilidad femenina". Esta exclusión, explica, refuerza los estereotipos de género que perpetúan la idea de que los cuidados son inherentemente femeninos, dejando a las mujeres con una carga de trabajo invisible y no remunerada, mientras que los hombres se mantienen distantes de estas.

Otras abuelas cuidadoras están con nietos y nietas abandonadas o cuyos padres y madres han migrado en busca de mejores oportunidades en otros territorios. "Hay abuelas que cuidan a cuatro, cinco o hasta 10 nietos, y no tienen dinero para alimentarlos. Muchas ni siquiera saben leer ni escribir", comenta Luz .

La situación de la mayoría de las mujeres adultas mayores en Bolivia es precaria y está lejos de tener una vejez digna que implica el respeto a sus derechos, tener acceso a actividades de ocio y a servicios de salud adecuados y oportunos, resalta un estudio reciente de la Red de Pastoral Social Cáritas Bolivia. 

“Es urgente que entendamos que cuidar es una responsabilidad colectiva, para que puedan disfrutar de una vejez digna, libre de sacrificios silenciosos”, reflexiona María Achá de la Pastoral Social  Caritas Bolivia. 

Padres ausentes, abuelas presentes

Sofía sirve un plato de comida mientras su nieta ayuda con otras tareas en la venta de comida, Bolivia 


 Foto: Esther Mamani

Doña Sofía (nombre cambiado), una mujer aymara de 61 años, lleva 12 años siendo madre y abuela a la vez. Su vida dio un giro inesperado cuando su hijo llegó un día a casa con una niña de un año en brazos y con la noticia de que la mamá, nuera de Sofia, había muerto. 

"Ay no, ¿qué voy a hacer ahora?", se preguntaba Doña Sofia y entre sollozos rogó a su hijo que no se vaya, pero finalmente el progenitor huyó dejando toda responsabilidad de su hija a su mamá y papá, ambos de la tercera edad. 

Aunque no se cuenta con una estadística precisa del número de padres que abandonan a sus hijos, datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) muestran que, hasta 2017, el 45,5% de los hogares estaban a cargo únicamente de mujeres en calidad de madres. 

Un informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) asegura que el abandono infantil en Bolivia está relacionado con la ausencia de la figura paterna. El 80% de los niños en centros de acogida tienen familiares conocidos, pero solo el 58% recibe visitas de sus padres. El análisis se hizo público en 2022 con estadísticas de los últimos 22 años antes de su publicación. 

La nieta de Sofía es parte de esas estadísticas al haber quedado huérfana y sido abandonada por su padre. Lo único que saben de él es que fue a Brasil. No se ha comunicado con su madre ni hija que están en La Paz, Bolivia. 

Esta abuela estaba aterrorizada y eligió en esa situación cuidar a la pequeña. Esa primera noche la bebé se acurrucó en sus brazos como si supiera que había encontrado un nuevo hogar. “Bien tranquilita estaba, no ha llorado, no ha molestado. Siempre ha sido tranquila. La he criado como mi hija desde ese día”, recuerda. Hoy, ambas son inseparables.

Para costear los gastos de la nueva hija, doña Sofía empezó a vender sopitas de fideo (fideo con maní, silpancho, tortillas de harina, huevo o queso) y es un trabajo que aún continúa. Cada noche ambas se enfrentan al frío paceño vendiendo en la calle.

"Como le voy a dejar sola, yo no puedo estar en mi cuarto echada de panza mientras mi abuela está haciéndose soplar con el frío. Ella es mi mamá, y yo quiero darle todo lo que se merece", afirma la adolescente a la pregunta de ¿por qué acompaña a su abuela?

Como Sofía, miles de mujeres bolivianas son jefas de hogares monoparentales. Mujeres de diferentes edades incluyendo a las de la tercera edad, representan el 82%, según con el estudio Familias en transición: Cambios en las familias bolivianas entre 2002 y 2017, realizado por el Instituto de Investigaciones Socio-económicas (IISEC) de las Universidad Católica Boliviana (UCB) y la Fundación Jubileo. 

Diariamente Sofia hace las compras muy temprano y retorna a casa cerca de las 10 de la mañana mientras su nieta asiste a la escuela. Por la tarde ambas trabajan: la abuela cocinando, la nieta cumpliendo sus deberes escolares. Cerca a las seis de la tarde bajan al centro de la ciudad cargando la comida y todos los enseres necesarios para la venta que se extiende hasta las 10 de la noche en promedio. 

Mary sueña con estudiar una carrera universitaria y trabajar para darle una vejez digna a su mamá. Por el momento retribuye con buenas calificaciones en la escuela y siendo la responsable de los cobros de las sopitas de fideo, además de acomodar las servilletas y los taburetes para los comensales. 

La abuela, al estar a cargo de la crianza, cumple muchas tareas. Como ella, otras  mujeres de la tercera edad viven esta situación de estar en la jefatura de los hogares. 

Según el Estudio Post Censal de Adulto Mayor de 2012, elaborado por el Instituto Nacional de Estadística, en el área rural el 24,3% de los hogares está a cargo de adultos o adultas mayores, en las ciudades este porcentaje se reduce al 15,2%. 

No es el único estudio, hay otros que señalan que demuestran que las tareas de cuidado, crianza y trabajo están en la espalda de las abuelas. Seis de cada 10 mujeres de 60 años y más dedican hasta cinco horas diarias al cuidado según el informe “Tiempo para cuidar” de OXFAM en Bolivia.

En el caso de Sofía, desde que asumió la crianza total de su nieta, dedicó muchas más horas a su cuidado y no solo como su abuela, sino legalmente como su madre. “El notario me dijo que le reconozca (inscriba como hija suya) no más porqué no sabíamos cómo hacer para sacar su certificado de nacimiento. Le hemos reconocido (a su nieta) con mi esposo entonces”, recuerda mientras continúa la venta de los alimentos. 

En esta familia, la venta de comida sostiene su economía dividiendo tareas.. “Mi esposo va, aun cuando (está) enfermito. Se ha enfermado de Covid, pero se encarga de todo lo que son sus estudios”, cuenta.

Mientras la abuela brinda su relato, la adolescente no deja de mirarla y cuando llega un comensal ambas trabajan en una amalgama en la que con solo mirarse se dan instrucciones. Un guardia municipal se acerca para pedirles que se vayan y en cuestión de segundos guardan todo para retirarse. “Ya he acabado más bien (la comida)”, cierra Sofía y se despide. 

Envejecer para descansar

Miriam Chávez, integrante de la Casa de la Mujer de Santa Cruz, explica que los roles que la sociedad impone a la mujer sobre el cuidado de la familia son imposiciones. “Terminamos siendo reproductoras del sistema patriarcal porque es un trabajo gratuito y el sistema patriarcal no dice nada. Es la forma de perpetuarse como sistema con una gran población subordinada que somos las mujeres”, afirma.

Para la activista esto demuestra una falta de justicia social donde estas mujeres están sometidas a tareas no remuneradas y desvalorizadas socialmente. Por ello es crucial que la carga no quede invisibilizada, que la labor de cuidado no se vea como un mandato natural para las mujeres, sino como una tarea que necesita apoyo, redistribución y reconocimiento, resalta la experta.

Según el estudio “Situación, características diferenciadas del envejecimiento urbano y rural en Bolivia” de 2019, la tasa de crecimiento de la población boliviana muestra que el segmento poblacional que más crece es el de personas mayores de 60 años, pues desde el año 2001 al 2012, la población menor de 14 años decreció en un -0,1%.

“En Bolivia las personas mayores en general viven en el seno de familias ampliadas y todavía existe un fuerte sentido de colaboración entre padres e hijos, aunque aumentan los casos de maltrato familiar. Las abuelas ayudan con el cuidado de los nietos y quienes cuidan a personas mayores dependientes son las hijas mujeres”, dice el estudio. 

Las voces de mujeres como Luz y Sofía demuestran que esos lazos familiares implican cansancio y anhelos postergados. Ellas no buscan recompensas según explican. 

“El Estado  debe cumplir con políticas públicas que reconozcan su papel y que ofrezcan alternativas para que el cuidado sea compartido y sostenido”, explica Claudia Arce de la Plataforma de Cuidados.

Cuidados y violencia

Otras abuelas cuidadoras enfrentan vulnerabilidades entrelazadas. Algunas llegan a plantear denuncias aunque no se tienen estadísticas ni datos de denuncias por imposiciones del trabajo de cuidado y crianza de nietos o nietas.

Las personas de la tercera edad pueden sufrir otros abusos como la retención de sus rentas de jubilación o despojo de sus propiedades. Los Servicios Integrales de Justicia Plurinacional (SIJPLU), dependiente del MInisterio de Justicia, reportan que durante el primer semestre de 2024, brindaron asistencia jurídica a 4.461 personas adultas mayores (2.510 a mujeres y 1.951 a varones). En 2023 fueron 4.612. Todos los casos relacionados a la vulneración de derechos contra esta población. 

En este contexto, las abuelas bolivianas no solo están criando a sus nietos y nietas, sino que están sosteniendo al país porque sin ellas, el destino de decenas de menores sería incierto o de lo contrario alguien tendría que pagar para esos cuidados en centros infantiles o con cuidadoras personales.

Con subvención del Fondo de Mujeres Bolivia Apthapi Jopueti

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