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Agitando la palabra desde el sur

Con las letras a la espalda. Así se tejió en Sucre el encuentro de escritoras “A la mujer por la palabra”
24 de junio de 2024 por
Red de Periodismo Feminista de Bolivia

Raykha Flores Cossío


“Si hoy no me das tu rosa, tiempo / mañana no la quiero / mañana no la quiero que ya será invierno / mañana no la quiero que ya será invierno.

Tiempo es ver su hermosura / tiempo / abrazada a mi pecho/ abrazada a mi pecho / quemarme en su fuego”. Matilde Casazola

Concluye un encuentro que ha reunido a escritoras de Sucre para una reflexión en clave feminista y todavía resuena el “Puja, bisabuela, puja”, verso final de la poeta Micaela Mendoza, o los poemas infantiles de Maricruz Alvarado, cuya fuerza interpretativa calló incluso a los grupos más bulliciosos del restaurante escogido para la actividad.

Ahora las escritoras bailan al ritmo de la comunidad de sikuris Sinchi Imillas –íntegramente conformada por mujeres–, que ha sorprendido en el preludio de la fiesta con “Rosa de tiempo”, una de las composiciones de Matilde Cazasola, institución de la poesía y canto bolivianos, que un día antes acompañó el arranque del evento.

Una de las integrantes del grupo musical lleva en la espalda a su bebé, cuya manito se agita impulsada por el ritmo del baile.

Justamente, horas antes, las autoras estuvieron reflexionando sobre el doble trabajo de quienes deciden ser madres. En su caso, la búsqueda, muchas veces cansadora, de intersticios en la maternidad para poder leer, escribir y autogestionar su obra. Rosario Barahona, Premio Nacional de Novela, se recuerda a sí misma leyendo y escribiendo en el auto, mientras esperaba a sus hijos.

La coordinadora del encuentro “A la mujer por la palabra”, la escritora, investigadora y editora Virginia Ayllón, planteó al Centro Cultural de España la descentralización del programa Escrituras y Feminismos, a ciudades como Sucre y Oruro.

No ha sido fácil. “La sociedad en general tiende a jerarquizar todo: a jerarquizar las ciudades, a jerarquizar los territorios, a jerarquizar los escritores, las escritoras, es decir, siempre hay una especie de top y luego, para abajo, lo demás (…) En Bolivia, por ejemplo, el eje La Paz-Cochabamba-Santa Cruz tiene mucha atención de los medios de comunicación, de las organizaciones como la Cámara del Libro, de las editoriales, para promocionar a escritores y escritoras, pero después el resto es algo como eso, el resto. No son lugares donde se crea que se produce también literatura (…) Algunas sí creemos que en todos los lugares se produce arte, independientemente y a pesar de las condiciones políticas, económicas”, afirma Vicky en una entrevista informal en la plaza 25 de Mayo.

Si esta pelea por el sur lo vale queda claro en la respuesta de las y los estudiantes de los colegios María Josefa Mujía y Simón Rodríguez que, el primer día del encuentro, compartieron con las escritoras, a iniciativa de sus maestras.

En el auditorio lleno del Colegio Mujía, un adolescente reclinado en su banco, garabatea su cuaderno, cruza alguna palabra con el compañero de al lado y entrecierra los ojos. Está inequívocamente aburrido, pienso. Sin embargo, es el primero en levantar la mano para comentar el cuento que la escritora Eliana Soza comparte con ellos. Ha estado más que atento, lo mismo que muchas de sus compañeras y compañeros que sueltan alguna risita ante la mención del amor; murmuran cuando las obras abordan el origen y se acercan a las escritoras tras el aplauso de cierre.

Al final, los temas que recorre la literatura son lugares comunes que interpelan a todas las generaciones.

Son distintas las generaciones que coinciden en este encuentro. Entre las narradoras y poetas convocadas hay quienes se reconocen, pero hay otras que están descubriendo rostros y obras nuevas. En sus charlas previas intercambian historias increíbles: cómo Sarah Moscoso estuvo a punto de perder sus poemas inéditos en una lectura o cómo Vicky Ayllón conoció al escritor del submundo Víctor Hugo Viscarra.

En esta horizontalidad que se teje para leer, escuchar, difundir, todas las historias son recibidas con curiosidad y entusiasmo. Hay respeto y admiración al estudio, a la experiencia y tradición, pero también un cuestionamiento a las jerarquías.

El solo asistir al encuentro es un reto a los roles impuestos o autoimpuestos, como Amparo Silva, maestra de danza que, por este par de días, prioriza su pasión por la literatura. Publicó su primera novela en 2016, pero muchos aún no conocen esa faceta suya.

Para las mujeres que escriben, el desafío es permanente en una sociedad patriarcal que no se reconoce como tal y en un arte que no es, precisamente, masivo.

No es lo mismo ser escritor que escritora debido a los roles que nos encarga la sociedad, depredadora de memorias de los sectores subalternizados, remarca Vicky. “A veces el dolernos, reírnos o querernos salir de esos roles es lo que nos hace escribir”, comparte en otro momento.

En su tiempo, se salieron de esos roles grandes mujeres como la poeta María Josefa Mujía o la ensayista e investigadora Julia Elena Fortún. Ambas chuquisaqueñas fueron homenajeadas en el encuentro con un llamado a leerlas más allá de los encasillamientos.


- Tejido -

Aunque son únicas, las historias literarias se interconectan, antes y ahora. Hay, en todos los casos, letras que detonan el ansia de leer más y de escribir; una mano, muchas veces de mujer, que impulsa y ayuda; “obligaciones” que retrasan hacerlo.

Hay rebeldía y transgresión; concursos ganados, falta de difusión, una industria editorial poco amigable. Después, decisión y constancia para tejer círculos, abrir espacios y crear redes, aunque la apuesta sea arriesgada.

En uno de esos concursos, la escritora Alina Amurrio cuestionó el patrioterismo y resultó premiada, y a partir de otro, Noelia Richter, la poeta con la publicación más reciente, aprendió a manejar su temor, que es el de todas, de que su trabajo no sea “suficiente”.

Vicky no cree en concursos ni jerarquías, pero sí en la comunidad.

Esa comunidad en construcción se ha notado en cada actividad del encuentro.

- El cierre -

Es viernes y todo parece ocurrir al mismo tiempo en la plaza 25 de Mayo: una campaña de donación de sangre, una caravana de la Policía, un cantante de música chaqueña, todos al máximo volumen.

Daniela Peterito, también escritora y gestora del encuentro en Sucre, ha llegado cargada de un parlante extra por si falla el comprometido para la lectura abierta.

Al fin, los otros altavoces callan. El público se acomoda en las sillas dispuestas, pero lo interesante pasa por fuera. Personas de todas las edades que pasan por la plaza central miran, de frente o por el rabillo del ojo, con expresiones de curiosidad y de sorpresa; escuchan; algunas se detienen. A las escritoras en programa se han sumado cuatro autoras y una, la más joven, se animará a cerrar la noche con todas.

“El público en general tiene derecho a conocer lo que hacen diversidad de escritores, pintores y demás. Al jerarquizar nos podemos perder una cantidad de propuestas muy importantes para el arte en general en Bolivia”, dice Vicky.

La historia muestra que nuestras sociedades dejaron pasar a artistas en su tiempo para redescubrirlos décadas o hasta siglos después. Juzgar si son buenos o malos es tarea del público que encuentra los canales para hacerlo, remarca.

Tengo la sensación de que me he perdido de mucho. La literatura se está moviendo en una faceta más de esa “revolución silenciosa” de las mujeres.

Por la noche, esa “revolución” es, sobre todo, festiva. “Somos, somos un corazón, todas somos hijas de esta tierra”, cantan las Sinchi Imillas mientras las escritoras bailan.